domingo, 19 de junio de 2011

Impresiones de alguien que anda por ahí - Abel Miranda.


Camino de la primera reunión de La Jeta, pensábamos con Verónica que iba a haber varias ausencias, recién salíamos de ver a Gaby en su descanso obligado, ahí cargamos pilas, que es lo que les sobra al chango de José y la Gaby. Sabíamos que no iba Alicia y nos sorprendimos que faltara Néstor. Faltaron varios: Luis (Vero poné otros nombres porque si no se va a calentar alguno que piense que no se lo tiene en cuenta). Faltaste vos, sí , vos! Pero sabemos que no pudiste llegar. Hubo, y nos sorprendió, gente nueva, dos doncellas, como bajadas de un cuento maravilloso, además escriben, y prometieron publicar en el blog.

Esa llovizna finita que te mete algo de tristeza y de encierro, caía a esa hora, pero daba para leer, y leímos y comentamos; estuvo interesante. Hay que salir de la casa e ir un sábado con llovizna, a una reunión de lectura sobre literatura y no literatura!!!!!

La Vero leyó un cuento de un escritor cordobés, no me acuerdo el nombre, el libro se llama “Asesinos de chanchos”, el cuento estaba bueno, de esos que transcurren sin que suceda ningún hecho que te dé lo inesperado, ah! lo esperabas? , no, loco, no pasa nada inesperado, no está en esa línea de narrativa. Creo que el texto se llamaba “Agua viva”.

Siguió Abel la lectura y el comentario, leyó “Bonsái” de Alejando Zambra, un escritor chileno. Esta es una novela corta o mejor, una novelita, o mejor aún, una nouvelle. Es de esos textos que se leen así… o sea, la leemos de una, porque ahí está el trabajo de este escritor: síntesis, humor, erotismo, lenguaje de ahora (como culear u culiar, aunque deciden follar), sutilezas, homenajes, lectura de la literatura y de su propia creación, abismo de la escritura literaria… Está buena.

Diana se leyó a viva voz, un cuento del gran Guy de Moupassant (“La tía Souvage”), de una antología donde está también “Bola de cebo”. El que leyó trataba de unos soldados invasores que se alojan en la casa de una viejita, es decir es obligada a darles asilo, en eso le llega una carta informándole que su hijo, que está dando guerra, ha sido muerto por el enemigo. La viejita termina quemando la casa con los soldados en el interior, que ni sospechan lo que ella les prepara. Cuando llega el alto mando enemigo la viejita se responsabiliza de las muertes y es fusilada. Antes de matarlos ella les pide a los soldados (que no sospechan repito) que anoten sus nombres en un papel, lo que les da a sus compañeros para que den noticia a las familias de los muertos.

Alguien que cuenta lo que le cuentan, discursos que dialogan; Diana salió con esta lectura interesante de este gran cuentista.( El “deber ser” del cuento).

Leyó Esteban, bah, mejor dicho se mandó un comentario envidiable sobre un libro del historiador re reconocido, pero de difícil lectura, Alperín. El tipo es un grosso dentro de la historiografía argentina. Además se vivió un siglo!!! Ya es un libro el tipo. El libro que leyó Esteban de Alperín versa sobre su vida, algo así como sus memorias. Aunque en realidad la vida del tipo es la historiografía y por eso le interesa “iluminar una época”. Se habló de su difícil prosa, de los largos párrafos que utiliza este autor, subordinadas?, pa darte calambre!; de peronismo y antiperonismo, de su formación académica… Difícil la cosa, pero Esteban mantiene en vilo al más despistado.

martes, 14 de junio de 2011

Antipolicial - Abel Miranda.

(Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia)

Te acordás del Toro, el que le ponía la bolsa cuando estábamos en el patio, bueno, muerto loco, cómo, fácil, el tipo llegó a la casa y no sintió el olor a gas. Voló a la mierda. Mario, tu primo, que vos sabés como terminó, y el pelotudo de Leo, que siempre se cagaba de risa, y todos lo odiábamos por esa risa tan pelotuda, muerto en un accidente con su propia arma, a él que le gustaban tanto los chumbos.
El Negro Chávez, que no se perdía ninguno de los bailes que le dábamos en el patio, lo asaltaron al parecer, y recibió un disparo de unos de los pibes que le robaron. El Jetón Rodríguez, que le gustaban tanto los travas, lo encontraron en el auto con el palo en el orto, en el parabrisas habían escrito: “para el Jetón que tanto le gustan los juegos”.
Ah sí, el Flaco Benítez, tenés razón, al parecer lo mataron los socios del desarmadero, parece que él y el abogado, sí el que también llevaba la causa de los desaparecidos, ese; los habían cagado a unos porteños y se la cobraron bien. Estaba flotando en un canal, llevaba días.
Te acordás del pibe que entró hecho un detective para luchar contra los malos? Pobre pibe, te acordás como tomaba merca después con el jefe, el jefe se cagaba de risa, lo miraba y le decía: “Y pibe, ya sabes dónde están los malos? No te hagás drama ya los vas a agarrar”. Y ahí nos cagábamos de risa y el pibe se reía y se clavaba una línea.
Ah si! y vos, faltás vos, a mi me pagaron para eso.