lunes, 12 de julio de 2010

Rezo del perjudicado - María Julia Jorge Auad

El encuentro del mito y la ofrenda
El Leviatán no resucita,
el Leviatán resurge en el pantano.
Se siente su cólera vibrante,
que es falsa.
Y el barro que se escurre por sus heridas,
profundas.

Al definirse su forma deforme.
El Leviatán abre la vista
y me encuentra de nuevo,
arrodillada rogándole
que me capture,
que me deje a salvo de mi poder,
bajo su poder,
para tiranizarme
y no sentir.

La transformación exigida
La toma, me toma.
La apertura del barro,
un sonido seductor que me envuelve.
Y la risa magnifica del Leviatán que potencia la libido.
Entonces, desaparece la necesidad
de escapar de mi piel
y este acecho al que me somete la toma, mi toma,
es un orgasmo peculiar.

La descendencia descendente
Transformada.
Ya no me ataca,
la obligación de los pies en la tierra,
ni el soplo del rey,
ni la peste que acompaña la nube negra de la rutina,
ni la cínica luz del día,
ni el asiento que otorga la decisión.

Solo soy, el pensamiento inadecuado
del cualquiera, a quien le soy imposible.
Y soy la belleza invisible,
donde los ojos de los tentados
encuentran lo esencial.

1 comentario:

  1. Recien leo esta poesía, qué joven y qué altura la de tu escritura. Me dejas sorprendido nuevamente.

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