viernes, 30 de julio de 2010

Espejitos de colores - Néstor Mendoza

“de la nada a la gloria me voy…”
(motor psico, redonditos de ricota)
Me duele la mandíbula. Los párpados se caen. Veo espejos por ahí, y pienso en eso que leí y dice de La Gran Llanura del Chiste. Un espejo, aprendí, es una superficie pulida en la que al incidir la luz, se refleja siguiendo las leyes de la reflexión. Mi mandíbula sigue sus propias leyes o las leyes de la ingesta química. La Gran Llanura del Chiste podría también ser El Gran Reino del Revés. Los espejos, si no estoy dado vuelta, tienen vidrio. El vidrio que se convierte en espejo es un gran simulacro, un chiste al revés; dado vuelta, digamos. Pero si la lógica no me falla también podría afirmar que:el vidrio no se come.
La nostalgia y el recuerdo son como una mandíbula que funciona todo el tiempo. Tremendo mecanismo el de masticar y masticar. Y entonces viajo, -¿Qué otra cosa es esto que hacemos hoy sino un gran viaje?- y mastico un recuerdo, y me veo a los doce años sentado en mi primer gran duda sobre un tronco y mirando el cielo del campo santiagueño: “Tragué la hostia pero no he sentido que fuera el cuerpo de…, ni de Dios, ni de Cristo, nada…” Entonces no sabía del método Cartesiano, tampoco y a pesar de los esfuerzos del Cura, el significado de la primera comunión. Pero iba por el camino de entender que el vidrio no se come y la hostia podía ser un Gran Cuento para calmar ansiedades o muchas otras cosas. Con el tiempo he aprendido a respetar a los que creen en la medicina de Dios, porque estimo que yo no lo soy y por lo tanto cada quien toma el remedio que más le conviene. Sin embargo Dios es algo que no sé, porque mi cabeza es muy diminuta y ese concepto es inabarcable. De todas maneras hablaba de espejos y vidrios y a pesar de mí, todavía ellos se comen y lo más tremendo: los siguen fabricando de colores.
Después del mundial y la cantidad de plasmas y lcd’s – nótese el parecido con lsd- vendidos y funcionando cual espejos o vidrios en esos apilamientos de ladrillos con cemento que llamamos casas; sospecho que algo no funciona. Vender "espejitos de colores" equivale a estafar. Los invasores trocaron a los nativos productos de gran valor por espejitos de colores. Es cierto que son lindos, pero a nadie le gusta que le digan que no son más que vidrio de color. Yo no sé como se vive en el auto engaño, a mí no me parece. Pero hay días que me pregunto: ¿Y de qué vale estar despierto? ¿No sería mejor participar de la mentira del todo está bien? ¡Ah, los paraísos artificiales!. Y si la maquinaria de recordar no me falla fue a la misma edad más o menos cuando me fasciné con un cuento, era aquel del Emperador que gustaba de estrenar trajes nuevos cada hora. Pero como en todas las cosas, el exceso produce aburrimiento y no había novedad que le sedujera. Hasta que alguien le hizo la propuesta del traje más fino jamás visto. Era tan delgado éste que, cuando iba a probárselo, nadie lo registraba pero era mejor creer que no se veía por ser extremadamente fino. Ya se sabe: Mejor no contrariar al Emperador y por tanto es mejor negocio seguir con el cuento. Todos sabemos que llegó el día del estreno y el Emperador paseaba por las calles en bolas y todos aplaudiendo el nuevo y fabuloso traje. Pero nunca falta un aguafiestas, en este caso un niño, que en medio del desfile gritó:-
¡Pero si no lleva nada puesto!
Suelen decir que los niños y los borrachos dicen la verdad. Yo no lo sé porque no estoy seguro que ese que aparece en el espejo sea yo. Si el de verdad está ahí adentro y el que está de este lado es el reflejo. A lo mejor sea un gran sueño. Un cuento mal contado que todos aplauden entre líneas blancas e interminables. Mejor pongo una canción de Invisible y me voy hablar con el limonero, que hay días no me miente.

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