miércoles, 3 de febrero de 2010

"Los traumas infantiles de mi Microsoft Word" de Luis María Rojas

Los traumas infantiles de mi Microsoft Word.
O de cómo hacer literatura a partir de los errores.
O de cómo hacer literatura cuando no te dan los plazos.

He decidido erotizar lo cotidiano. Releo lo escrito y me doy cuenta de que el Microsoft Word se cagó de risa una vez más. Ahí donde debía decir “exotizar” ahora se lee “erotizar”, tengo que agregar la palabra al diccionario para que no vuelva a ocurrir. Oportunista, como siempre, a casi menos de una hora de tener que leer este texto, es casi una obligación ética (o práctica, en este momento el apuro me debilita los límites de lo ético y lo práctico y no encuentro diferencias) tirar la punta de este ovillo y regodearme con los lapsus de mi Microsoft Word. ¿Cómo justificaríamos nuestra existencia de intelectuales/académicos/literatos/militantes sin esta tan malsana práctica? Me tengo que dejar llevar por estas disquisiciones, un tanto traída de los pelos, sobre cómo el azar a veces se convierte en una usina de nuevos significados, de cómo la creación artística se nutre de estas impericias y despistes (no franquezas) para crear algo novedoso (está bien el tema, ya va tomando forma). Acaso la Creación misma (la Creación, así con mayúscula) no haya sido más que un colosal error de tipeo y acá nos tienen, tratando de darle un sentido al azar.

[Nota mental, nuevo plan: Dejar que el Word escriba lo que se le de la gana sin corregir, a lo mejor, sale algo interesante.]

(Se siente bien, el texto va saliendo redondito, pasé en un mismo párrafo de consideraciones sobre el lenguaje al arte y del arte a la metafísica ¿o será teología? Mah si, da igual, seguro les va a encantar, aunque tendría que descontar a aquellos que lo considerarán “demasiado intelectual” y esgrimirán cuestiones como las de “la autenticidad” o “la vivencia”, Mmm… tengo que encarnarlo un poco más, acercarlo a la vida cotidiana. ¿Y si le clavo un Lebenswelt en vez de “mundo cotidiano”? No, no, no, no, ya me estoy chicaneando de nuevo, mejor me dejo de joder con esos germanismos que sino después tengo que andar explicando que el uso del término fue una ironía, que no hay que hacer una lectura lineal del recurso, que sólo fue una forma de criticar cómo la gente, cuando escribe, pretende aparentar cultura solapando estas locuciones y después tengo que explicar por qué usé “locuciones” en vez de “palabras” y después explicar por qué utilizo la ironía si se puede escribir tranquilamente lo que uno siente sin ser irónico… “Lo que uno siente…” Parece un callejón sin salida esto, diga lo que diga, voy a tener que andar explicando. Mejor tampoco me meto con esto de los sentimientos y los de “a mi me llega o no me llega lo que el otro escribe” y los “para mi la literatura es buena cuando me toca una fibra intima” y los “se nota que vivió lo que está contando, a mi, por ejemplo, una vez me pasó que…”. No, mejor no me meto con esto sino después las viejas de la primera fila de la catedral van a tener ocasión de meter cuchara.)

El azar en la creación artística. Pienso en Pollock y la manchita de pintura aleatoria que cierra la composición, pienso en los aplausos desenfrenados de la audiencia extasiada por el free jazz, pienso en los happenings de la Minujin del callejón Ronsin. ¿Cuánto de azar soportará la literatura? Pienso en el cadáver exquisito, triste reflejo de la escritura “surreal” como expresión del inconsciente pero… ¿Cuánto de azar hay en el inconsciente? Veo a lo lejos llegar hordas de psicoanalistas furiosos, antorcha en mano, al grito de “los actos fallidos en la literatura son la forma en que el inconsciente pugna por escapar a la censura. Por eso, la sublimación etc. etc.” Después dijeron algo sobre la “universidad de los trabajadores” y se tomaron el buque, la ciudad del buque (guiño para Andresito, Juancito y el gordito)

(¡Chán! Me metí con las consignas políticas ¿Cómo zafo de esta? ¿Es lícito ironizar sobre todo, o hay un límite más allá del cual sólo nos queda lo políticamente correcto? Comienzo con la peregrinación de datos redentorios (otra palabra que no me reconoce el puto Word, ¡No digas “puto”, decí “estúpido”, “desvergonzado”, “obsoleto” a ver si todavía además de los políticos tenés problemas por las elecciones sexuales). Mejor, me cago de risa del titular que salió el otro día en la Barcelona, dice así: “El rabino Bergman llamó a evitar que la Argentina sea Venezuela y a buscar el modo de que se parezca más a Honduras”, con eso basta creo, aunque la vaguedad quizá nunca se disipe. ¡Que lo parió, estoy cagado, van a pensar cualquiera! Es literatura ¿No puede uno decir cualquier cosa, asumir roles y discursos ajenos sin que inmediatamente sea censurado? Lo hubiera charlado con algún psicoanalista de la marcha, esto de andar satisfaciendo a todos me parece que es un trauma de la infancia. Mejor sigo como si no hubiera metido la pata)

Al final, ni siquiera la asociación libre resultó ser azarosa y parece que estamos constreñidos por estructuras objetivas que hablan por nosotros, con lo que la originalidad creativa parece negada (qué original). No puedo imaginar como el Microsoft Word podría revelar su inconciente en estos lapsus digitales, aunque no faltará alguno que pueda sacar provecho de los traumas infantiles de su computadora, sádicos que no respetan el dolor ajeno en tren de encontrar inspiración para escribir su textículo. Y otra vez caigo sobre lo mismo (parece que no voy a parir nada interesante), escribiendo sobre lo mismo, rizando el mismo rizo, dando vuelta autistamente la misma tuerca una y otra vez, el eterno meta-discurso de la creación literaria que habla sobre la creación literaria y que toma conciencia de que está hablando de la creación literaria y en un segundo lo novedoso se fue al carajo.

[Nota mental, nuevo plan: Cuando el Microsoft Word no te reconozca una palabra, mejor agregala al diccionario.]

P.D. Lo de “exotizar” lo dejamos para otro día.

1 comentario:

  1. Me hiciste acordar a cuando tenía que entregar trabajos para epistemología de la ciencias ¬¬

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