miércoles, 30 de septiembre de 2009

Personaje de Oscar Ortiz

Un nombre entre miles

se disloca en la memoria

Repta en la pluma de nadie,

acechando una historia.

Junglas de tiempo

atestiguan su demora,

que no es menos breve

que la fortuna sin corona


Dos nombres se enfrentan.

Hiriéndose por no mentir

simulan nostalgias muertas

en su forma y devenir.

Juntos son andamio,

sosteniendo la nada.

Sueñan con distancia infinita

en unas cuantas palabras.


Tres nombres se buscan

con ideas neutras y agotadas

Olvidaron el lenguaje

que interpretan las miradas.

Se nutren del vacío

que habita en las cosas vanas.

No son mas que sangre

clamando por la daga.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Insomnio, Derechos y el lugar de los desharrapados, de Néstor Mendoza

INSOMNIO, DERECHOS Y EL LUGAR DE LOS DESARRAPADOS.

A Raúl Dargoltz, que luchó y lucha con fiereza.

I

Me invitan a decir algo. Hay que presentar un libro. Un libro, y algo tengo que decir. El título me gusta. Me gusta y me interesa. Me importa. “Que Universidad necesitan los pueblos”, las compiladoras: Irma Antognazzi y Nilda Ramos, recogen ponencias de las Jornadas realizadas en Córdoba el año pasado, a propósito de los 90 años de la REFORMA UNIVERSITARIA de 1.918. Nada menos. Vuelvo a mirar en mi biblioteca, no encuentro nada parecido, hace falta pensar digo. Pensar en la Universidad como una necesidad de nuestros pueblos. Además me interesa también que pertenecen a un grupo de trabajo: HACER LA HISTORIA.

Algo debo decir, algo debo pensar. Cavilo, doy vueltas. Un grupo que tiene quince años; y que es eso de ¿grupo? Cuando todavía resuenan los dogmas de los 90, que se proponían lo individual como mecanismo de inserción, sï, claro, en el mercado. Grupo, colectivo, Juntadas, allegamientos. Pero no solo grupo, dice trabajo. Grupo de trabajo. Trabajo es lo que nos faltaba y sigue en gran medida ausente. Y ya me va gustando más.

Y no solo eso, se llaman HACER LA HISTORIA. Me detengo ahí, la historia se hace; ¿que quiere decir esto? ¿Querrá decir que yo, uds., todos nosotros somos protagonistas? Que ahora mismo estamos haciendo algo, produciendo. Hacer, me digo, es moverse, es mirar moviéndose. Aquí y ahora. Nos acostumbraron a pensar la historia como un cuadro congelado, el desfile de héroes , fechas de batalla, nombres instalados por un puñado de gentes que se han arrogado el derecho a definir quienes eran dignos de entrar en la galería de hombres importantes.¿ Y los otros? Alguien sabe cuantos cayeron en las jornadas de diciembre de 2001. Los nombres de ellos.¿ Importan los nombres? Dice Walter Benjamín: “Sólo a través de la esencia lingüística de las cosas llega el hombre desde sí mismo al conocimiento de estas: en el nombre”[1] Los nombres de los que pusieron el cuerpo para terminar con políticas de entrega, de relaciones carnales, de servilismo al Imperio; otra que tristes peones del Imperio hemos tenido. Y solo quedan números: 30.000 por ejemplo. Desaparecidos, entes; no están, son muchos NN. Los no nombrados. Esfumados. Políticas del ninguneo. Vacíos y huecos. Perversiones y sadismos, me digo. Políticas del terror, economías del terror. Hacer, me remite inmediatamente a la tesis XI sobre Feuerbach, de Marx. ¿La recuerdan? “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Cambiemos filósofos por historiadores o sociólogos si quieren. Me van a decir: “ah, pero eso ya lo sabemos”, ¿basta con eso? ¿Es suficiente? Saber no alcanza, saber haciendo o hacer sabiendo, conjeturo, es una posible respuesta. No es que se nieguen las interpretaciones, pero la invitación a la praxis, a la actuación, al hacer; es lo que nos va a dar un conocimiento más amplio de eso que llaman realidad. Hacer es transformar. Nos habían acostumbrado, algunos por acción directa, otros por omisión; a resignarnos al fin de la historia, ese mito burdo. Ese escándalo, sin argumento, ni sustento científico. Y sin embargo se mueve.

II

Un libro es una herramienta, sirve en tanto obliga a pensar, si nos moviliza; si nos interpela o nos deja con preguntas, si instiga a la crítica. Este es uno de ellos. Un recorrido que no se contenta con meros textos de historias, sino que se amplía con un contexto, un presente que nos obliga a pensar y repensar y, por supuesto y; sobre todo a actuar. ¿Pero como reseñar toda la información contenida en el libro? Ponencias y discusiones de autores de distintas proveniencias: los hay Argentinos, Uruguayos, Brasileños, Venezolanos, Chilenos etc. Temáticas y discursos variados. Es que tengo la impresión que lo de la Universidad es apenas un pretexto. En verdad, se trata de poner en discusión la realidad de Nuestra América, nuestros pueblos. Algo se mueve por estos lados. Acabo de leer una entrevista que afirma: “América Latina es hoy el lugar más estimulante del mundo, dice Noam Chomsky. Hay aquí una resistencia real al imperio; no existen muchas regiones de las que pueda afirmarse lo mismo”.[2] No es casual entonces que el panel 1 lleve la denominación de “América Latina y el Caribe. Pueblo e imperialismo”, con disertaciones de Venezolanos, Nicaragüenses, Chilenos, Mexicanos y Brasileños. Aparecen textos que dan cuenta de los avatares de la revolución bolivariana, el caso de Nicaragua, las contingencias de México, Bolivia y la Argentina. O las palabras de Homenaje al Dr. Alberto Pla, científico, pensador y militante. Y que de acuerdo a lo dicho por Guillermo Almeyra “…siguió siendo, hasta el fin de sus días, socialista militante, marxista consecuente, defensor de los principales aportes teóricos de León Trotsky”. O las sabias palabras del catalán Josep Fontana que se pregunta ¿para que sirve la historia? Y nos ilustra diciendo: “El papel de quienes enseñamos historia en la tarea de ayudar a que los alumnos desarrollen una conciencia crítica es mucho más importante de lo que habitualmente pensamos.” Y citando a Marc Bloch, que caería asesinado a manos de la GESTAPO, quien dijo: “formarse una idea clara de las necesidades sociales y esforzarse en difundirla significa introducir un grano de levadura en la mentalidad común; darse una oportunidad de modificarla un poco y, como consecuencia de ello, inclinar de algún modo el curso de los acontecimientos, que están regidos en última instancia, por la psicología de los hombres”.

Estoy haciendo algo que no me gusta. Recurrir a mucha cita. Va a ser imposible contar todo. Me entusiasma ver que el panel 2 es Universidad y sociedad en América Latina, y el 3 “Arte y política. Arte y sociedad. Medios y sociedad. Medios de comunicación masiva y poder”. Que la mesa redonda sea sobre: “Aportes al conocimiento científico para resolver los problemas sociales”. Me agrada el trabajo de los brasileños, rehabilitan el pensamiento de Mariátegui y recurren a Gramsci con el tema de la Hegemonía y el poder. O que Antognazzi pinte un cuadro muy preciso de la situación de las universidades y sus ligazones con el poder financiero. Cito: “Las políticas impuestas por el poder financiero para las Universidades Públicas y que ya se están aplicando en gran medida en Argentina, no son meras cuestiones administrativas o presupuestarias sino académicas, políticas e ideológicas. Es imprescindible pensar el problema no sólo en términos costo-beneficio”. Contundente.

Me agrada el trabajo de Redondo: “Escritores e Intelectuales en la Política: Argentina 1970”. Describe y analiza la tensión entre la escritura y la militancia, el trabajo intelectual y la acción en Haroldo Conti, Rodolfo Walsh, Paco Urondo y Julio Córtazar.

De alguna manera se juntan la historia, la sociología, la antropología, el arte, la literatura y la política. En época de superespecializaciones, encontrar aunados estos campos es un buen síntoma. No se trata de compartimentos separados y estancos. Los mejores pensadores supieron reunir todos estos registros, pienso. Si Uds. tuvieran que colocar en un estante de la biblioteca a Marx por ejemplo ¿donde lo ubicarían? ¿En la sección economía? ¿Sociología? ¿Filosofía? ¿Política?

Va a ser imposible contar todo. En todo caso creo que es una lectura que moviliza. Y yo los invito a leer. Me agrada que las Jornadas terminaran con una visita al Centro de Detención Clandestino de La Perla. Necesitamos seguir hurgando e investigando sobre nuestro pasado más o menos reciente. Reclamar por más Justicia. Me desagrada saber que FONDO NACIONAL DE CIENCIA Y TÉCNICA (FONCYT) no accediera al pedido de subsidio para la realización de las Jornadas “por no cumplir con los requisitos de reunión científica”. Es una barbaridad. Sencillamente.

III

Un grupo de compañeros de esta Universidad pertenecientes también al grupo de voluntariado tuvo la suerte de participar de las Jornadas que están impresas en este libro. Yo no pude, cuanto los envidio. Me desvelan estas cosas. Estamos en camino al bicentenario. Y la coyuntura es, creo, bastante favorable, en vista de la gran Crisis que se ha desatado en el corazón del Imperio, más grave y generalizada que la del 29. Y por estos lados se escuchan rumores de socialismo. Hay gobiernos progresivos: Ahí están Evo Morales, Chávez, Correa y Cuba aún de pie. Algunos dirán que son burgueses nacionalistas, reformistas, populistas, NAC & POP. Pero si no entendemos que no son Fujimori, Menem, Collor de Mello; estamos en verdad, perdidos. Porque en última instancia no habrá Universidad del Pueblo si no cambian nuestros gobiernos, si no se redistribuye la riqueza, si no se tocan los resortes importantes de las estructuras de nuestros países. Nos dirán soñadores, esa forma peyorativa de decir: “Son unos tarados, tienen mucho pajarito en la cabeza, pajarones!!”. Entonces le doy vueltas al término, y entiendo que la operación semántica implica esa noción de idiotez, bobería; tal como el término utopía. Entonces no diré “el sueño Bolivariano”, pienso en el Insomnio de Bolívar; un título que leí en una librería del centro, pero que no compré porque me echaron con el precio. Pero eso del insomnio, dice de un desvelo, de una preocupación, de un estar metido hasta el tuétano con un tema, en este caso la unidad de Nuestra América, la independencia. La libertad. Política, económica y social.

El insomnio es cómo construir una Patria Grande, como hacer que esos derechos formalmente escritos tomen encarnadura real, porque legalmente todos tenemos, por ejemplo, el derecho a una educación Superior, a concurrir a una Universidad. Pero en los hechos, las coacciones económicas, las miserias y las estrecheces hacen que esto sea irreal. La universidad es como la isla de la Fantasía. Todos tenemos derechos pero no veo aquí mucha cara de campesino o de muchachos de barrios orilleros. Y es un desvelo y una preocupación. Soy consciente que son muchos los que así piensan pero a que negarlo, también son muchos los que no se interesan ni se molestan por estas injusticias. Conflictos de clase. Conciencia de clase.

IV

Para finalizar y siendo coherente con lo antedicho, haré alguna referencia a cosas que se están gestando por estos días, si es que esto de la historia es un instrumento para mejor ver el presente. Se está discutiendo la nueva ley de radiodifusión. Con un debate engorroso y poco claro, donde no se termina de entender, al menos en mi caso, cuales son los puntos centrales que se modifican, a quienes beneficia etc. Lo que si es evidente es que no podemos seguir rigiéndonos con una normativa de la última dictadura y que si los grandes monopolios ladran es que no debe ser del todo mala. Pero hay mucho ruido en la comunicación. Entonces se pregunta uno, y que van a hacer las autoridades de esta Universidad con la radio y el canal de televisión. ¿Para que están? ¿A quienes sirve?

Y que diremos de los conflictos que se suceden, en este mismo instante en las localidades del campo santiagueño? En Pozo del Castaño o Puesto del Medio por ejemplo. Donde siguen los actos de violencia, con guardias blancas, Empresarios de la Soja con sus topadoras echando a los dueños de la tierra, inmemoriales poseedores: los campesinos santiagueños.

Y por último, la situación en la que están envueltas ciertas Universidades, incluidas esta con el tema de la Alumbrera. Por ahora hay una propuesta de donación de 7 PC y 4 impresoras por parte de la Empresa, está resolución pasó a la comisión de Presupuestos del HCS, la comisión dictaminó a favor de recibir la donación y destinarla a la carrera de minería. Este despacho de la Comisión se votará en la próxima reunión del Consejo Superior. De hecho cinco universidades nacionales rechazaron los fondos de la Alumbrera en encuentro organizado por la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba este último 8 de septiembre. Estuvieron presentes representantes de la UBA, Universidad de Entre Ríos, Universidad Nacional de Salta, Universidad Nacional San Juan Bosco y la UNC. En el punto 1 del documento las facultades y unidades académicas se solidarizan "con todas las comunidades que sufren los efectos negativos de Minera Alumbrera Limited en Catamarca, Tucumán y Santiago del Estero". Su punto 3 en tanto denuncia que "al clientelismo de gobierno y al clientelismo de empresa se ha agregado el clientelismo de universidad favorecido por la aceptación de los recursos aportados por YMAD-Alumbrera". Y de acuerdo con lo publicado por la revista EL VEGETARIANO, esta Universidad, entre otras, ha recibido la suma de 1.049.895 pesos.

No es esta precisamente la Universidad que necesitan nuestros pueblos. No puede regalarse la salud, el medio ambiente y los recursos de nuestra gente a cambio de monedas. No es ético, es inadmisible. Esperemos que nuestras autoridades revean esta situación. Los invitamos a hacerlo. Y hago finalmente mías las palabras del premio Nobel alternativo Martín Almada, Paraguayo él: “ se trata de despertar a los dormidos y movilizar a los despiertos”.Muchas gracias.



[1] Benjamín, Walter: “Sobre el programa de la filosofía futura”( Pág. 143). Planeta Agostini. 1986.

[2] Entrevista realizada por LA JORNADA, México. En, http://www.cubadebate.cu/especiales/2009/09/21.

¡Como en las películas!, de Diana Beláustegui

¡COMO EN LAS PELÍCULAS!


-No quiero ser una carga.

La morocha que mezclaba el guiso se dio media vuelta y miró a la vieja que estaba sentada a la mesa, esperando la cena.

Siempre decían eso, era como en las películas.

Sacó la cajita de arriba de la alacena y de la bolsita, con la puntita de los dedos, extrajo una granitos que metió en la olla con cuidado limpiándose luego las manos en el pantalón. Dudó un poco y tiró unos cuantos más, idéntico ritual de limpieza pero esta vez en la remera, a la altura de la panza que le sobraba por arriba de la cintura del pantalón.

La vieja seguía farfullando, lamentándose, y parecía que por ratos lloraba.

Sirvió con esmero y decoro el guiso en el plato azul transparente y con solemnidad se lo llevó a la mesa. Se sentó a verla comer, no sin antes acariciarle la cabellera blanca y acomodar un poco el pelo.

Quince minutos estuvo comiendo la vieja sin que sucediera nada, en las películas después del segundo bocado caían muertos con la cara en el plato... ¿O es que había visto las películas equivocadas? Terminó todo y con un pan comenzó a refregar el plato, relamiéndose cuando metía el pan en la boca y masticando ruidosamente.

Finalizó y la quedó mirando.

La morocha a esta altura ya no entendía nada. Volteo a mirar la cajita que todavía seguía en el mesón, al lado de la olla y se le cruzó la idea de que tal vez al haberlo hecho hervir, el veneno habría perdido efecto, cuando escuchó que la vieja hacía arcadas, vomitando toda la comida sobre el plato, la mesa, la ropa, el piso... era algo asqueroso. ¡¡¡Eso no pasaba en las películas!!! ¡Al menos no en las que ella había visto! La vieja ahora se agarraba de la panza y aullaba con la boca abierta, toda sucia y babeándose.

-Callate vieja- le gritaba la morocha y la otra se desesperaba retorciéndose en la silla de ruedas.

La mujer se levantó aterrada sin intender todavía la escena tan asquerosa y dramática... en las películas sucedía en silencio y con una suavidad... hasta elegante.

La vieja se le venía encima con silla y todo, agarró la olla con la comida se la tiro encima y comenzó a golpearla hasta que quedó tirada en un charco de sangre, vómito, comida y encima orinada. Se escuchaban los gritos de los vecinos afuera. ¿Se habría equivocado con el veneno de ratas? En una de esas tendría que haberse fijado bien en la cantidad que los actores le ponían a la comida, o definitivamente... ¡Se había equivocado de películas!


Ceremonia, de Juan Aragón

septiembre de 2009

Ceremonia

A Néstor Mendoza.

Cuando vivía en la Catamarca, solía pasar largos ratos tomando mate. Después de la siesta leía revistas, un libro o conversaba con alguno mientras mateaba. En la pensión había un estudiante de Buenos Aires. Yo no lo tenía en cuenta al porteño, me parecía medio atropellador, que se las tiraba de no sé qué y qué sé yo, ¿viste?

Yo ponía la hornalla en mínimo, cosa que el agua se calentara de a poco. Mientras, me cebaba los primeros mates. Una vez el porteño me preguntó por qué no calentaba el agua con el gas en máximo. Le expliqué que así estaba bien. El porteño, estudiante de ingeniería me dijo: “Para vos, la velocidad de calentamiento del agua es directamente proporcional con su sabor”. Casi una burla era.

El tipo seguro que no me recuerda, y que recuerda menos esa frase. Pero yo he pensado mucho en eso. Y hace poco hallé una respuesta que, si lo viera el porteño, se la diría. Viene a ser más o menos la siguiente:



El mate no es una infusión, menos una bebida y menos que menos una costumbre. Sobre todo para quienes lo gustamos amargo, es una forma de introspección. Es entrar despacito en los propios pensamientos, como pidiéndoles permiso para permitirse tratarlos en el fondo del alma, sin importunarlos mucho. No es una ceremonia como la del té, que tiene reglas fijas para todo el mundo, sino más bien una etiqueta personal. Cada uno le entra de manera distinta. Y a mí me gustaba, y me gusta hacerlo de a poquito, para no molestar ciertos espíritus que me habitaban en ese tiempo y que yo creía que podían ser dañinos. Lo que es la vida, ¿no? Gracias a esos mates que se ensanchaban a medida que pasaba la tarde, confraternicé con los duendes de mis pensamientos y ahora convivo con ellos, como el amigable consorcio de un edificio.

Conclusión: Si lo ven al porteño, digalén que un día de estos pase por casa, así charlamos de cosas de la vida, mientras cebo mis mates lentos, directamente proporcionales con su sabor.

Asunteando a la vecina. En el Ulluas. http://www.juanaragon.blogspot.com/

lunes, 21 de septiembre de 2009

Invitacion

Leónidas Lamborghini: eterno aprendiz de brujo

por Andrés Navarro

El poeta roto. El leguaje obnubilándolo insistiendo en sus acometidas. El poeta roto por esa insistencia de las palabras que lo habitan. El lenguaje, presa que apresa en el redil de la hoja.

El muñón del poeta. Espacio perdido del cuerpo, del cuerpo perdido que aún vibra. El muñón del poeta que extiende un llamado imposible. Imposible instrumento que se des-compone: el lenguaje roto.

Escribir del poeta roto. El juego de un juego que ya se está jugando; escribir de eso. Juego del poeta que es una palabra entre otras.

El poeta-palabra. El vagabundeo de un loco que salta de su mente y corre en un desierto infinito. La palabra-poeta que huye, no se sabe de qué.

La palabra-angustia. La palabra que se pierde a sí misma en un Caos eterno. La angustia que soporta la esperanza de una luz. La hoja de papel; esa luz.

Esa luz no ilumina el Todo. Hay palabras que nunca vuelven.

El poeta-oído. El oído del poeta atendiendo la llegada de las palabras. El lenguaje roto insistiendo. Las palabras y sus brujerías.

El poeta: eterno aprendiz de brujo. Quisiera ser Dios, quisiera ser la luz del Todo. El poeta roto. La conciencia de no ser más que aprendiz. La conciencia de que el lenguaje se le escapa siempre de las manos. La conciencia de que es imposible graduarse en esa magia.

El disimulo-poeta. El lugar de escucha y espera. La calma aparente de un deseo de recibir a las palabras. Las palabras y sus hechizos.

El susurro, la sugerencia prometedora, las voces imprecisas. La palabra-balbuceo: imperioso desorden que da vida. El poeta-escuchante de esas voces que lo rondan. Voces anteriores que susurran sus balidos tempranos e insisten hasta convertirse en palabra.

El disimulo-palabra. Las palabras que hacen como si. El poeta-paciente que deja que se acomoden solas, que no las fuerza. Pero la palabra también disimula. El poeta-baqueano ha de volverse hábil; artesano del lenguaje que se rompe.

El afán de combinatoria. La palabra paciencia del escucha y escribiente que entiende que pueden pasar años hasta que entienda. El poeta combina. Las palabras también bardean. El lenguaje que se rompe es una herramienta.

El poeta-gauchesca. El homenaje a los creadores de nueva lindura. Esa risa; risa oblicua. La caricatura. El ojo al poder. Esa resistencia.


II

La palabra-oveja. La intención de la palabra de jugarse el mundo, de crear su mundo, de entretejerse. La palabra-oveja que es oveja y es palabra porque puede serlo.

El temblor de vivir. La unión entre el principio y el final; la distancia insalvable entre ambos.

La simulación-palabra. No es hasta que es. Insiste en ser. El emulo-poeta insiste en esa palabra. La palabra de un modelo que se destruye. El lenguaje roto. El poeta roto insiste en esa palabra-tangente. Tangente-palabra de un modelo roto, reescrito, nuevo.

III

Papel-espacio neutro. Límite sin límites. El Caos original donde las palabras quieren morir pero no mueren; gritan, berrean, se retoban. Quieren romper el papel, pero no lo hacen. Papel-cárcel maldita.

El poeta-lobo. Las palabras perciben eso. Su lobo esconde, oculta para calmarlas. El poeta roto se inclina ante ellas para burlare sus sospechas. El lobo-poeta insiste en liberarlas del susto y seguir en el rodeo.

El poeta hurta. La palabra-oveja es esquilada. Ese dorado vellón es el elemento del poeta roto. El lenguaje fragmentado, roto, hecho vellón.

La palabra fracaso; estética del poeta. Hay un temor a no poder que se repite en cada faena. Ese temor es un borde que frena, pero anuda. El poeta-borde; ese desafío de toda la vida. Esa nada en permanente acechanza.

El poeta ladino. Ingenio para enfrentar ese temor. Si gana o pierde, no le interesa. El erotismo del juego es no saber bien cómo venía la mano. El poeta ladino en el umbral donde se palpita el juego; su deseo.

La ex-sistencia del poeta. La insistencia de las palabras que rompen el lenguaje, que rompen el poeta.

El poeta-inquietud: loco deseante.

Su deseo en el deseo de las palabras. El mismo fuego; lenguaje roto que se rompe. Al fin comienza a entenderlo: el poeta-instrumento de su instrumento.

El poeta-partida. El juego en su desarrollo. El final del juego. El comienzo del juego. La palabra ambigua.

El silencio-poeta. Esa nada que vive dentro de él y entre las palabras; eso indecible.

El fin del simulacro. La muerte. La vida en la escritura.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Dirección de Catastro, de Juan Manuel Aragón

Dirección de Catastro


La Nancy está en Fini con dos tipos. Me mira, desde lejos hace señas, saluda a manos llenas. Entro. Qué haces en este antro de perdición, pregunto con una sonrisa, mientras las últimas jubiladas y pensionadas se retiran de la confitería a tomar la sopita.
-Estoy festejando porque ya soy una flamante profesora –responde- por eso vengo aquí y no a los tugurios a los que me llevabas vos.
-Jajajá- risas generales.

Me presenta a los tipos, son pescados de río, el sábalo se llama Walter creo, al otro es un calibagre de los grandes, si lo veo de nuevo en la calle no lo reconozco. Me dice el nombre pero no le presto atención. Lo mismo es. La felicito por el título. No pregunto profesora de qué porque me olvidé qué estudiaba, si es que estudiaba, claro. En una de esas les ha hecho el verso a estos pejertos para pasarla bien el sábado a la noche. De todos modos le doy un beso cerca de la boca, ella me mira como diciéndome que lo acepta. Bien, pienso, punto para mí. Está cansada la noche, eso que todavía no ha empezado. No hay ni luna para ladrarle. Es temprano todavía, algo va a surgir como para acortar del todo el fin de semana. Siempre surge algo. La Nancy les cuenta a los pescados que puedo ayudarlos en un laburo que están iniciando, sobre todo por mi experiencia en el diario.
-¿Ah?, ¿sí? -se admiran- ¿así que trabajas en un diario?, ¿en cuál?

Ya se han dado cuenta de que hay onda con ella. Sospechan que estoy a punto de arruinarles la idea de terminar la noche enfiestados con la Nancy. Otro programa no se puede hacer con ella. Que ahora está en otra cosa, habla de mis notas en el diario, miente. Me atribuye primicias que no fueron mías o que salieron en otra parte. No hay caso, puesta a mentir es un balazo, no para más: va largando una falsedad detrás de otra. Cuenta noticias que no salieron nunca en ninguna parte. Ni van a salir jamás. El sábalo dice que ahora están en un proyecto auto gestionado para poner un blog en internet con múltiples autores y un enfoque multidisciplinario de integración comunitaria con ejes en no sé qué y en paralelo con no sé cuánto. Ahá, pero qué interesante, che, me oigo decir, poniendo cara de asombrado, de estupefacto, como diciendo “pero, mirá qué inteligente que había sabido ser este tipo”. Los pescados creen que cuanto más largo es un nombre más impresionan a la gente. Pero como no entiendo las palabras modernas, me quedo tranquilo. La Nancy empieza a contar otra anécdota trucha del diario, Ahora me atribuye la caída de un juez del Superior Tribunal en un escandaloso caso de corrupción judicial. De dónde saca tanta imaginación esta mujer, si llegaba a llamarse García Márquez, se mandaba Quinientos años de soledad y se quedaba corta. Al paso que sigue, lo de Watergate es un jueguito de pallana al lado de lo que yo hice en el periodismo santiagueño. La pateo por debajo de la mesa, pero el calibagre se da cuenta, ningún boludo el chabón. El sábalo también está alerta. Sospechan que la fiesta con la Nancy está a punto de venirse en picada. Hay un silencio incómodo. Alrededor de nosotros las jubiladas siguen su parloteo, dale que te dale. Parece una bandada de loros barranqueros, todos gritones, verdes, los ojos negros. Así son las maestras cuando se jubilan. Eso que algunas dicen que quedan roncas por el polvillo de la tiza. Macanas que inventan. En un momento pienso en organizar una fiesta con los pescados, pero después me digo que no Juancito, cuatro es multitud para estas jodas, aunque casos se han visto, claro. La Nancy anuncia que va al baño un momentito, que ya vuelve. Pongo mi mejor cara de infeliz y a la primera de cambio la sigo. Subo las escaleras. Está esperándome en el primer piso.

-Sos un guacho- me dice.
-Qué hacemos más tarde- pregunto.
-Nos vemos en un rato, en cuanto me libre de estos.
-Dónde.
-Andá por Periko, de paso comemos algo antes.
No pregunto antes de qué. Esta noche no tengo muchas ganas. Será que ya no soy el mismo de antes. Pero le digo que sí.
Cuando vuelvo del baño ella está con los pescados. La Nancy les habla de Borges. Qué sabrá el chancho de aviones si nunca ha mirado para arriba. Les digo que tengo cositas que hacer, saludo y me mando a mudar. Ellos me miran aliviados, creen que han ganado la partida. Que piensen lo que quieran qué me importa.

Regreso a la pensión. Los muchachos de la Catamarca miran la tele. Juega la Argentina, creo. Con razón había tan poca gente en la calle, me percato, sólo las jubiladas de Fini. Me doy una ducha. La Coti me ha guardado una milanesa del mediodía. Hago un sánguche, y lo voy comiendo mientras miro los últimos estertores del partido. La Argentina va perdiendo. Los changos van a ir al boliche. Les digo que me esperen, que vuelvo y me prendo con ellos. A esta altura del mes la Coti ya no reclama que le pague la pensión. Sabe que le voy a quedar debiendo, igual que el mes anterior y posiblemente lo mismo que el próximo.
-Esperame que tengo unos asuntos en el centro y vuelvo- le digo. Y le pellizco la nalga, para que sepa que voy a volver tarde.
-Es sábado, qué quieres.
-Vos, siempre el mismo- me reclama.
-Tengo cositas que hacer. Aguantame despierta y organizamos una fiestita privada.
Le susurro al oído, acordándome de la Nancy, que ya se debe haber despegado de los pescados.
Antes de irme le pregunto a uno de los changos a quién le ha chacado las zapatillas. Son de las que tienen lucecitas. Una maravilla. Deben salir como trescientas lucas, tal vez cuatrocientos.
-Son legales-legales, gato- me responde.
-Ahá- le digo. Sabe que no le creo.
Bañado soy otro. Camino despacito hacia el centro. Ya ha pasado el partido. Otra vez perdió la Argentina. Mejor. Muchos se ponen insoportables cuando gana. Gritan, agitan banderas, se enardecen, cantan y bailan, están felices, salen a la calle, festejan, nunca he sabido por qué, ahora que estoy viejo, menos, pero ya no pregunto, no me gusta quedar mal con los futboleros. Al final, salvo por ese fanatismo inútil, son buena gente, de laburo.

En Periko está la Nancy. Desde lejos me relojea. Ya no están los pescados. Desaparecidos en acción, se la merecían más que yo, por supuesto. Toma un café y fuma. Entro. Me reta.
-Has demorado, che.
-El tránsito está imposible- bromeo.
-No me digas, ni bicicleta tienes.
Quedamos un rato en silencio. Pienso en las fiestas que hicimos. Ella me mira y me guiña un ojo.
-Pedite algo para comer- le digo, como para romper el hielo.
Llama al mozo y encarga un lomito completo.
-¿Y vos?
-No voy a comer, no tengo hambre.
Me toco la panza con la mano derecha y le hago el típico gesto de hígado maltratado.
-Tomate una Hepatalgina- me recomienda. Pone una cara como la que sabía poner mi madre cuando me decía algo y sabía que no le iba a hacer caso. Pobre vieja. Uno de estos días tengo que ir a verla.

Apenas el mozo se retira, la Nancy comienza a recordarme historias antiguas que teníamos. El baile de carnaval en el que nos conocimos, la hermana que nos presentó, las cosas que le mentía para conquistarla y el título de médico pediatra del hospital Regional que me inventé esa noche y, por supuesto, nunca le mostré porque agatas llegué a quinto año del secundario. Hasta hoy la hermana sigue diciéndome doctor cada vez que me ve por la calle. Y ya no voy a sacarla del error. Después me habla de su laburo en Catastro, de la jefa maldita que tiene, me pregunta qué puedo hacer para denunciarla en el diario, poné que el otro día cuando pasabas por ahí, alguien te ha contado lo mal que trata a las empleadas. Porque a los empleados los trata bien, esa turra. La vieja se comenzó a morir el día que falleció mi viejo, Mis hermanas le dan una vuelta todos los días. Adora a los nietos y a pesar de que ya están grandes, cuando van a visitarla les convida caramelos. Está buena la Nancy, lástima que hable tanto, no puede parar, le agarra como una compulsión. Se conserva en formol, parece. Debe hacer régimen o algo, porque ni siquiera le han crecido las caderas como a otras. Tampoco como para decir
-¡Ooohhh! ¡qué espectáculo!
Pero está ahí, correcto el pase. Veterana de mil batallas, casi todas perdidas, me parece. Le pido que me aguante un cacho porque tengo que irme.
-Pero ya vuelvo.
-No me dejes plantada. mirá que no tengo para el sánguche.
-Si te digo que ya vengo, ya vengo.
La tranquilizo.
Y me mando a mudar. No tengo un mango partido por la mitad. Además con sus cuentos de los bailes de carnaval, la dirección de Catastro, la jefa, las compañeras, la atención al público, los expedientes que no caminan, el tarjetero de la entrada y la mar en coche, ya me tiene con los huevos hasta la tercera napa freática. Alguna vez he pensado que si hubiera sido muda ya me habría casado con ella, tendríamos tres hijos, casita con porche en el frente, Renault 12 para trabajar de remisero a la tarde, cuentas en Frasogo o como quiera que se llame el boliche donde compra lavarropas la gente. El problema es que no para de hablar, es una máquina de soltar palabras. No sólo eso, exige que le contestes, que estés atento. Cansa.
Salgo apurado. Con el último aliento de la tarjeta del celular le marco a Cecilia.
-Qué haces.
-Aquí estoy, haciendo vida en familia. ¿Y vos?
-Nada, extrañándote, mi vida
-Venite.
Me cuelga. Huelo algo raro. Igual voy. Esta noche te agarro y te amasijo, pienso.
Córdoba al 400. Muchos autos en la calle. Toco el timbre. Cuando la Ceci me abre, me doy cuenta de que ya estoy entrampado. Hay fiesta. Cumpleaños del viejo. Sonamos, vida en familia. Volvieron los Campanelli. Vinieron todos, con razón los vehículos.
-Vení que están todos.
Dice la Ceci. Me agarra del brazo y me lleva de la rastra hasta el patio. Uy. La tanada en pleno, tíos, tías, sobrinos, padrinos, madrinas, cuñadas, cuñados, suegros, yernos, nueras, nonos y nonas, novios y novias de pelajes variados, además de felices consortes. Los chicos corretean por el patio, desvelados y llenos de energía. No falta ni el canario. La Ceci sabe que si me avisa antes, no voy. No me agarran ni en pedo, no paso ni a veinte cuadras a la redonda. Me hago humo durante varios días, por las dudas. Van por la mitad del asado. Saludo a los viejos, no les queda otra que sonreírme. Algunas tías me miran con curiosidad, la vieja debe haberles contado lo de la nena, Una chica tan buena, tan estudiosa, tan de su casa, agarrarse con ese malandra. Qué pena, che.
La Ceci me instala al lado de uno de los hermanos. Apenas me siento me pregunta qué opino del partido. La conversación viene de fútbol.
-Lo que pasa es que no se sabe bien a qué juega la Argentina, ¿no? Ha faltado un buen volante de contención, un enganche- largo el bolazo.
Me interrumpe el cuñado, encantado con el comentario. Se ve que tiene preparada una perorata larga sobre la Selección, se sabe los nombres completos de los jugadores, en qué puesto juegan, de qué clubes vienen, todo. Yo pienso en los muchachos, que a esta hora deben estar saliendo a milonguear. A cada rato hago así con la cabeza y le doy la razón. No sé por qué, pienso en Saravah. De niño, los sábados mis padres me llevaban a Saravah. Era una confitería para grandes y chicos, sobre todo los sábados a la noche, como ahora. Odia a Maradona, el cuñado, pero no me queda claro por qué. Observo una de las primas, está buena. El novio le hace marcación personal. La miro disimuladamente, estamos en familia. Está buena la primita, tiene una cara de atorranta que mata. Al rato la Ceci me lleva a la cocina. El hermano sigue disertando sobre Lionel Andrés Messi. No hay caso, se las sabe todas, hasta el segundo nombre. Me olvido de Saravah, del que no queda ni un triste recuerdo, ni un monolito que recuerde dónde quedaba. Malaya triste destino, los boliches argentinos.

-Vení que vamos a servir el helado. Es de Limar- me avisa Cecilia. No hay nadie en el living, me arrastra hasta ahí. Frente al cuadro del abuelo llegado del Friuli, nos besamos. Está feliz.
-Yo creía que no ibas a venir.
-Eh, ¡cómo crees que te voy a fallar!- le digo, pero no entiende el chiste.
Y aprovecha para contarme que esa noche no vamos a salir a ninguna parte.
-Después tengo que ayudar a mi mamá a lavar los platos.
-No te hagas drama.
-Pero se me va derechito a la pensión, ¿eh?
-Claro, mi vida.
Pienso en los muchachos de la pensión, ya deben haber salido para el boliche. Las dos de la mañana, cómo pasa el tiempo en estas fiestas.
Como a las tres me mando a mudar. Antes de que empiecen a quedar cuatro o cinco parientes preguntones. Miento que tengo que trabajar al otro día. Igual, no faltan las chusmas. Una de las viejas me agarra al vuelo antes de que me vaya.
-¿Usté trabaja los domingos?- se hace la curiosa.
-Así es doña -le digo- el diario de los lunes no se hace solo.
Lo piensa un momento y me da la razón.
-Uno de estos días le voy a contar de un vecino que tengo, funcionario el hombre. Se va a hacer una panzada para sus notas.
-Hablemé y conversamos- le doy mi número de teléfono.
Es la madre de la primita de la Ceci. Nunca se sabe.
A la vuelta paso por Periko. La confitería está casi vacía. La Nancy sigue en la mesa, pegada al vidrio de la pecera, firme como rulo de estatua, plantificada. Me mira como si yo fuera un querube salvador.
-Al fin vuelves, che ¿Dónde te habías metido?
Está hecha una furia. Saco treinta pesos y pago la cuenta. La Ceci me ha prestado unos mangos, si no, no pasaba por Periko ni mamado.
-¿Qué hacemos?- le pregunto.
-No sé vos, lo que es yo, me tomo el buque.
-Eh. No me dejes así.
-Sos un hijo de puta- me insulta esa mal agradecida. Le pago el sánguche. Me sigue insultando con todos los agravios que sabe, que no son pocos.
Y se manda a cambiar. Uf. Menos mal, ya no la bancaba
Qué le vamos a hacer.

La noche se queda oscura y solitaria. Pido un café y lo tomo amargo para sacarme el gusto empalagoso del helado de sabayón.
Camino despacito por la Buenos Aires. De regreso a la Catamarca. En la pensión está todo oscuro. Paso despacito por frente al dormitorio principal, no vaya a ser que la Coti se despierte y quiera guerra. No quiero lolas. Ya está, se terminó el sábado. Mañana tengo que estar temprano en el diario. No sé qué quieren hacer, notas especiales para el lunes. Siempre inventan algo. Me desvisto y me acuesto sin prender la luz para que no se avive la otra.

Al rato viene la Coti. Parece que me ha sentido. Sonamos, no se olvida de que le he prometido guerra. Me hago el dormido.
-¿Juan?, ¿Juan?
Me llama despacito.
Pego un ronquido y me doy vuelta.
Sigue insistiendo.
-¿Juan?, ¿estás dormido?
Me dan ganas de reírme, pero ha prendido la lamparita y se va a dar cuenta de que me estoy haciendo nomás.
Me mira un rato y se va.
Otra vez zafé. Qué artista están perdiendo las tablas, pienso mientras me agarra un cansancio viejo, como de muerto.
Los muchachos deben estar milongueando de lo lindo. Si tienen suerte, se enganchan una mina y terminan bien el sábado. Me voy durmiendo.

Mañana será otro día.



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domingo, 13 de septiembre de 2009

Vivero de Andrés Navarro

Vivero en la autopista. Ese cartel ahí diciendo. Y la morocha. Y yo volviendo. La previa planta que se rompe. La previa planta que se pudre en la maseta. Y yo dele regar y regar. Y dele con el agua que parece podrida porque el vivero se me va. Y yo la vi que se iba. En el vivero. En la salida sin despedida. Y así nomás la morocha. Y bailamos después dice. Pero no. Y yo digo ahora. Y la morocha dice después. Dice bueno. Dice ahora. Y el vivero rejuvenece. Florece. Y la flor que yo le ofrezco. Le regalo lo que tengo para dar. Y le doy esta flor que gané. Y el vivero se va. Y bailamos después. Y mi demora. Y se pudre. La previa planta se pudre y yo dele regar y regar. Y el otro de la maseta más linda. Más grande. El Otro. Y ponela ahí. Y se pone y yo dele regar y regar con agua que no sirve. Y el vivero ahí a la salida. La despedida. Y yo digo vamos. Y la morocha dice bailamos después. Y dice ahora. Y bailamos ahora. Y la abrazo. Y la acaricio. Y la muevo. Se mueve. Y me le acerco. Me le acurruco. Y bailamos después dice. Y el vivero se me pudre. Y a la salida se separa. Para otro lado va. Y bailamos después dice. Y yo dele regar y regar. Y el vivero se me pudre. Y yo le ofrezco mi flor. Y la morocha la recibe. Y la quiebra. No le gusta. No la siente. No la mueve. Y mi flor se suicida. Y bailamos después. Y el vivero. Y la previa planta se me pudre. Y yo dele regar y regar como un boludo. Y la morocha. Y bailamos después. Y bailamos ahora. Y ella me lo baila. Y me le acerco. Y cuando estoy cerquita. Y bailamos después. Y yo dele regar y regar. Y a la salida sin despedida. Se va para otro lado. Y el vivero se me pudre. La previa planta y la maceta más grande. Y mi maceta. Macetita. Qué macana. Y bailamos después. Y vivero. Y la previa. Y se me pudre. Y qué boludo. Y se me pudre la previa planta. Y yo dele regar y regar. Y bailamos ahora. Y esos labios. Y esa boca. Y esos ojos y cintura. Y bailamos después. Y después bailas con Otro. Y otro te riega. Y yo dele regar y regar en ningún lado. No crece nada. La previa planta podrida ha muerto. Y vos sos previa planta morocha de Otro. Y otro te riega mejor. Y tiene maceta más grande. Y el vivero desaparece. Y se desarma. Y se rearma en Otro lado. Y yo dele regar y regar en este desierto. En este desierto donde creció mi flor. Y te di mi flor. Ésta flor. Que la gané para vos. Para vos. Para vos. Para vos. Para vos. Y a ver si Otro. Macetón y todo. La puede ganar para vos.

jueves, 10 de septiembre de 2009

La jeta del 12: Leónidas Lamborghini eterno aprendiz de brujo


por Andrés Navarro en La jeta literaria de este sábado

Organizador(a):
Tipo:
Red:
Global
Fecha:
Sábado, 12 de septiembre de 2009
Hora:
16:00 - 18:00
Lugar:
Biblioteca Provincial 9 de Julio
Calle:
Buenos Aires 131
Ciudad/Pueblo:
Santiago del Estero, Argentina
Dirección de correo electrónico:

domingo, 6 de septiembre de 2009

Moldavia, de Néstor Mendoza


-Estamos hecho mierda, hermano.-

Me decía mientras vaciaba la última botella de Quilmes de la noche. Los mozos apurados, amontonaban sillas sobre mesas, pasaban el trapo al piso, muy apurados. No decían ni mu, pero ciertos ritos no necesitan del verbo.

-Estamos hecho mierda y encima nos echan a la mierda, no hermano, no hay lugar para nosotros; ni aquí, ni en la China, ni en Moldavia.-

Yo escuchaba en silencio. Mientras por la calle remiseros aburridos y una ambulancia gritona se dirigían a destinos que no se saben. Lo entendía perfectamente porque tambien soy un tumbado que a pesar de todo se anima a flotar.

-Encima Boca que pierde. Los domingos me pegan mal, para el culo me pegan…Que rara es la palabra Moldavia ¿no?, a mí me hace acordar a los moldes donde mi vieja hacía bizcochuelos. Los de chocolate me gustaban. Moldavia es como un molde raro pero con olor lindo, a cocina, a los chicos que venían a tomar el mate cocido mientras escuchábamos en la noblex siete mares las hazañas de Maradona y Brindisi. Era el 81. Ahí relataba el uruguayo…El ta ta ta gol. Morales, Víctor Hugo. Esos años eran lindos. No sé, yo la pasaba bien. Era como la familia Ingalls. Todo bien, aunque la cosecha o un rayo hicieran todo mierda. ¿Te acuerdas?, a ese Ingalls le pasaba de todo pero siempre iba para adelante, pero claro, el estaba en el equipo de dios-.

Uno de los mozos se acerca con su mejor cara de cancillería y nos dice:

-Muchachos, en un rato cerramos.-

Nosotros seguimos como si nada. Mejor dicho Jacobo, mi amigo, siguió, no podía parar.

-Pero después, no sé cuando, dejaron de gustarme los domingos. Ese tufo a misa, los parlantes en el Vinalar apilados y martillando con toda esa cumbia. Ojo que no tengo nada contra eso, es como un Woodstock bizarro, pero me ponen triste; escuchar eso de los iracundos, los cantores del alba y el colmo de los colmos es cuando vienen los wawanco, y ahí se pudre todo… No sé me pone triste y me hace doler la cabeza. Y me hacen acordar al combinado donde mi vieja ponía esas cosas. Y yo que andaba ya con esas ideas de los police o los stone. Además deben ser los años, uno se pone hincha pelota ¿no?... Pero lo peor de todo…como se llamaba esa canción de Baglietto que dice: “y la radio transmite el empate cero a cero de ferro y platense”, ¿era así no?-

Tomó el último vaso de un solo saque. Fondo blanco. Domingo blanco. Domingo de nada.Los mozos nos rodeaban de a poco y ya no eran ministros de relaciones exteriores, habían metamorfoseado en pocos minutos en elementales patovicas. Pagamos y salimos del lugar, no sin antes putear un poco. ¿Bardo sin sustancia?

- No quiero volver a casa, vamos a la Libertad, necesito aire.- me dice.-

Jacobo tambaleaba, hacía el ocho, yo mantenía raramente la línea. A lo mejor porque un susurro, una voz extraña, de otro lugar, me soplaba el ánimo para no caer. Uno mal es jodido. Dos, una catástrofe. Caminamos como pudimos, él medio apoyándose en mí. Buscamos un banco frente a la fuente. Yo tenía miedo que se quebrara, que el llanto fuera más grande que toda el agua de ese ridículo redondel traído de Italia.

- Si viejo eso es el domingo para mí: el empate cero a cero de ferro y platense. Nadie gana, nadie pierde, todo sigue igual. Nada cambia.-

Su voz se hacía cada vez más pastosa y enroscada; una especie de agua punk, ruidosa y preñada de bronca.

- Y no me mires así guacho, no me tengas lástima, acordate que yo también te he hecho el aguante… No te paso factura, y sabes que no soy derrotista.-

Decía esto mientras miraba a una veinteañera, de esas que parten la tierra y toda la galaxia junta.

-Está buena ¿no? Pero nunca me va a dar bola. Yo no entiendo como la Matilde se fijó en mí. A lo mejor a estas chetas del centro les dan curiosidad los tipos como yo. El otro día me decía uno que a las burguesitas les gusta coquetear con la marginalidad, pero después se aburren y te dejan así, en Moldavia, hecho mierda; terminan con un contador o con uno que canta. No lo entiendo, capaz, que es la guita o el escenario. Son la misma cosa me parece… No, ni aca derrotista soy, te acuerdas como la pasamos en el 93? Cuando fuimos a la casa de gobierno, ¿y quemamos todo? Y en la casa de chespirito me saqué un champú de aquellos, de los caros. Eso si que fue lo mas parecido a una fiesta que me acuerde. Y estuvimos con los jubilados, con los de la UNSE cortando las calles, fuimos a los piquetes y después lo corrimos al tata con Leyla y Patricia, con dos fotos lo corrimos. Te lo digo negro, la Libertad es más que una plaza. ¿Cuantas veces vinimos? ¿Te acuerdas? Con nuestras banderas rojas. No nos querían por troskos, porque decian que no era político…todas esas boludeces. Y siempre con vos. La Matilde no existía entonces, no existe ahora, pero vos estas. Che perdona que me ponga maricon, pero un domingo así, ¿da para mariconear no?

Quedamos un rato en silencio. El frío nos empujó a levantarnos sin decir nada.

-Loco vamos a casa, no quiero estar solo esta noche; te diría para ir a un quilombo, pero ni para eso me da. Se me ocurre que si estoy con alguna, no voy a estar, voy a estar lo mismo con la Matilde. Mejor no. Vamos, busquemos un remis.-

Nos costaba encontrar alguno desocupado. Finalmente en La Belgrano y Pedro León Gallo encontramos uno, de esos destartalados que no se fijan en la traza de los candidatos; porque los nuevos, los de las empresas bienudas pasan de largo cuando ven la cara de borrachines. Es como que suponen que no habrá paga o tal vez quilombo, o un fierro de por medio. El viaje fue en silencio por suerte, porque los remiseros tienen la costumbre odiosa de hablarte de cosas que por ahí no interesan. Siempre cuentan lo mismo: “que las pendejas se regalan, que no sabes lo que me pasó el otro día a la salida de un boliche, no tenía plata pero me hizo un pete…y que la calle está difícil y bla bla. A veces me engancho, pero hoy no. Hoy no da para farsear. A veces sospecho que son grandes mitómanos. Debe ser por el embole de estar todo el día ahí sentados. Eso si, son grandes informantes, saben todo el movimiento de la calle: los accidentes, las movilizaciones, los chimentos políticos, y siempre el fútbol. Y que la vieron a la Nina o cosas así.

Llegamos. Mi amigo vive cerca de las palmeras.

-Las palmeras salvajes, que grande Faulkner ¿no?... No entiendo como me dio bola. Claro debe ser por el chamuyo de profesor de filosofía, primero bien, porque les parece raro. Pero el problema viene después, cuando falta el bife y ahí pinta el contador o el cantorcito de folklore conocido. Aparecen en la tele y todo eso. Y yo como pelotudo con mi Hegel y toda la huevada de la metafísica.-

Decía esto mientras hurgaba en todos los bolsillos: los del vaquero, de la campera y maimanta. Yo estaba un poquito más lúcido, solo un poco, y encontré mi billetera, pagué y encaramos a la casita. Como era de esperar, embocarle a la cerradura fue todo un proceso.

-Kafkiana la cosa- me dice-

Porqué Jacobo cuando está en pedo se pone así, como más lúcido. Una lucidez espantosa. Surrealista cruzada con barrio. Por eso es mi amigo. Es un talento pero no lo sabe, o no se lo cree. Se lo dije pero siempre me contesta que la fama es puro verso. No dice cuento, dice verso. Es un poeta, una chispa en medio de las palmeras, el vinal y el salitre.Entramos. La cocina y todos los ambientes en un estado lamentable: platos apilados y sucios, colillas de cigarrillos por el piso, ropas por todos lados. Postales del abandono.

-Bueno, no sirvo para estas cosas, además no me importa ni aca. Para que sirve la limpieza- me dice-. Si todo está podrido, eso también era una letra de algo ¿no?-

Puse la pava para hacer un té. Busque aspirinas en el botiquín del baño. Y después de darle la medicina que recomiendan para estos casos, lo metí a la ducha. A esas alturas era un espantapájaros. Ya casi sin poder sostenerse. Lo dejé En el baño, bajo la lluvia caliente.

-Loco, quedate a dormir, no quiero estar solo. No me dejes solo. me decía desde el baño.-

-Ah y acostate en la cama grande, acompañame, llevate el grabadorcito y pone todos tus muertos, por ahí debe estar dale aborigen… No, mejor buscá nena de Hiroshima. Por lo menos me duermo escuchando lo mío. Basta de Aldo y los pasteles verdes…. Me tienen podrido. Y me tiene podrido esto de caminar tanto para que otros se lleven el premio. ¿Para que marchamos tanto? Si después quedan igual los mismos.-

Cuando terminó de bañarse entró a la pieza. Yo ya estaba ahí, tapado, con el grabadorcito al lado.

-Bueno loco, gracias por quedarte, no sé que va a pasar, pero si pierdo el invicto no me calienta. Una vez más, otra más. Pero creo que no soy tu tipo-.

Se acomodó como pudo y en menos de diez minutos estaba bien mosca. Yo en cambio no podía dormir, lo miraba de reojo. Ahí estaba un gran tipo. Honesto, fiel, bueno. Y me preguntaba para que servía todo eso. Lo miré durante largo rato. Jacobo vencido y tal vez soñando con un lugar mejor. El domingo se moría, el Vinalar dormía con el lunes por la madrugada lleno de svásticas en el cielo. De a ratos se sacudía, se babeaba y apenas audible decía cosas raras, como una jeringoza de chicos. Afiné los oídos y logré desentrañar los sonidos: Moldavia, Moldavia, Moldavía; repetía como un mantra… Y me dormí.

Lunes 31 de agosto. Ejército Argentino, un barrio.