domingo, 5 de julio de 2009

Diario de Interrupciones de Gavy Yauza



(El Sentido Práctico de las Galletas)
I
Anoche en el cine había unos chicos de gran charla en medio de la película. Me dieron ganas de tirarles algo. Justo tenía una caja de galletitas así que volaron un par. Fue un segundo. Después me dio un ataque de risa. El estaba sentado en la butaca siguiente, y apenas si podía concebir tamaña conducta. Se sorprendió. No me creía capaz. Tampoco fue gran cosa, las galletitas eran justamente eso, pequeñas. Se me ocurrió que estaría genial tener a mano un paquete, siempre. Dado que mi margen de tolerancia para las imprudencias ciudadanas es bajísimo, sería todo un presupuesto. $ 20 por semana destinado a la compra de galletas para tirarle a la gente desconsiderada. A saber: cajeras de supermercado; gente que se mete en la cola; empleados que atienden mal; parlanchines en el cine. Se sintió tan bien… se callan, miran para atrás, luego salen rápido de la sala. La operación fue un éxito.
Así debe comenzar la violencia entre países. Debe estar mal.

II
Esta vez me levanto temprano y mientras desayuno leo el diario. Sale algo sobre el tipo ese de Mendoza. El chacal argentino. Me da tanto asco que arruina mi café y decido cerrar la ventana y buscar en otro lado una noticia feliz. La bocina me llama, con más poder convocante que la mismísima vocación docente. Y bue, subo nomás, como todas las semanas. Algunos colegas duermen en la camioneta, otros escuchan radio y se ríen. No deja de ser un fastidio escuchar chistes a las siete, una mañana de invierno mayúscula. Los chicos esperan en la ruta. Sentados en nuestras piernas, abrigadísimos, casi dormidos todavía. Quedan atrás las llamitas que dieron calor durante la espera. El humo impregna la ropa.
Rebotamos un poco y por fin llegamos a la escuela. Todavía está oscuro, de a poco los chicos se despabilan y empiezan a correr por el patio, abstraídos del frio. La mañana pasa en medio de mates y conjugaciones verbales. No sé qué cosa estaba diciendo, cuando me interrumpe el profe de educación física e improvisa una reunión en la galería. Pregunta sobre el embarazo de una alumna. Quedo helada. La primera consideración tiene que ver con mi ceguera: no vería una vaca dentro del baño. La segunda se relaciona con la edad de la niña. Luego vendrían algo así como 27 consideraciones. Se habla del padre de la criatura, que según dicen las malas lenguas, es un tío. Sigo con cara de burra y el resto de compañeras me pone al día. Niñas sexualmente activas, adultos oportunos. De nuevo al curso. Inicio el parloteo que incluye ideas amistosas acerca de los adolescentes, las hormonas alteradas y el sexo seguro. Del otro lado, una docena de ojitos sorprendidos hacen silencio. Es tan íntima la cuestión que tal vez ellos no entienden cómo esta mujer pretende justamente que hablen. En público. Pregunto por la familia: “La madre no la quiere. Ella vive con la abuela. La madre está en la ciudad”.
Y todo es común aquí, y tan perverso allá.
Volvemos. Durante el viaje no puedo sacar de mi cabeza la idea de comprar una tonelada de galletas. Con una caja me quedo cortísima.

III
Domingo peronista. Seguramente los compañeros recordarán jornadas electorales más felices que este maldito día en el que un empresario derechoso gana las legislativas porteñas. Ya hemos cumplido con los deberes cívicos, haciendo poco caso a la gripe. La ciudad es una fiesta. Según los estadistas, sólo fue a votar la mitad de los santiagueños. Ya que estamos en el barrio, concretamos la visita del mes a la familia. Locro, el primero del invierno en curso, y vino para la digestión. Felicidad simple y plena.
Vuelta a casa, mates para descansar. Hacemos planes, algunos más importantes. Que el albañil, que la máquina, que mis botas, que la era del hielo con los chicos, que un pantalón más porque los dos que me quedan enteros tienen algo así como tres años. Entra un mensaje, mi jefe exige que me conecte al chat. Dice que lo de la gripe es grave, que mañana compra los barbijos y el alcohol en gel. Que se viene jodida la mano. Pregunto si tiene información extra para estar tan preocupado y contesta que sí, que le pasaron el dato que se suspende todo, que hay personas asintomáticas que podrían estar transmitiendo el virus. Seguimos en el chat unos minutos más.

Estado: angustia superlativa.
Primera medida: suspendo la ingesta sistemática de acido fólico. De repente un crío no parece un buen plan.
Repaso minuciosamente cada película apocalíptica y me queda en mente un escueto pero contundente álbum de imágenes ilustrativas. Una ciudad vacía. Millones de muertos. Unos cuantos sobrevivientes circulando clandestinamente, todos con barbijo, obvio. Y me dio pena. Y me puse a llorar porque desde el estómago me subía la certeza de que el mundo se iba al carajo. Y mi gente amada seguro se iría primero, porque los de abajo lógicamente mueren así, primero.

Alguna obligación desubicada me tira a la calle. El taxi circula, y desde la ventana descubro todo exactamente igual. Ni media pandemia en la cara de la gente. Cero exterminio. Claro, una estúpida atómica. Mira si la tierra va a ser tan boba como para deshacerse de los hombres. Menos mal, se me ocurre. No sobreviviría ni media hora.

Cerraron las escuelas, para evitar que el virus se extienda. Murió otro poco de gente. Exactamente un día después de las elecciones. Claro, podemos perder la mitad de los argentinos pero no, unos cuantos diputados.
Si pudiera, haría llover galletas en buenos aires.

7 comentarios:

  1. Comento desde mi punto de vista de lectora. Gavy: leer este texto fue como sentarme a conversar y que me comentes lo que te ocurría. En ningún momento hubo tiempo para aburrirme o intentar mirar al costado, esta todo tan intimamente ligado con la realidad y con lo que sientes que sorprende. Hermoso!!!! (la unica duda es si conseguiste los barbijos y el alcohol en gel ¡Porque no hay!!!!! (jeje))

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  2. Me gustó el texto, es directo y ademas tiene una crítica a todo ésta sistema que no hizo sino pensar en cuantos diputados poner y no en cuanto gente proteger.

    Mauricio

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  3. Me gustó el el texto I, quizás porque me vino una reminiscencia de Las aguasfuertes porteñas de Arlt. Por el contrario, me parece que debieras decidirte o: por escribir una noticia, o bien un diario íntimo. Los textos II y III poseen un exceso de realidad, o sea, hablan demasiado de ti.

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  4. Anonimo(?): Arlt es uno de mis mayores referentes argentinos.
    Con respecto a la elección, es complicado, ya que las cosas que cuento, no son reales. Digo, esa alumnita no es mia, pero podría serlo. Hay muchas inexactitudes más. No es exactamnete mi vida. Digo, no es tan realista como parece, o si. Podría sentirme feliz porque alguien se lo creyó.
    Aunque para ser honesta, decidi decir cosas que son más fuertes que la forma. Las noticias no son tan "emotivas". Necesito de una primera persona para ponerle el cuerpo a las situaciones. Para mirar de cerca.

    Lo de las galletas tampoco es real, obvio, aunque me vea como una chica capaz de andar con galletas en el bolsillo para fines poco ortodoxos, je!

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  5. No aludía a lo "real" de la historia. Sino a la "percepción ideológica" que el texto me provoca.

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  6. "percepcion ideológica" me gusta la construcción, pero no es muy clara, me podrias decir a qué te refieres? Gracias!

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  7. Digamos que el concepto de ficción no es predominante en tanto construcción literaria, lo que supone un exceso de cotidianeidad, en tanto los textos no son autosuficientes en relación al que lo escribe. Probablemente no hayas tenido intención de escribir un texto "literario". Si en cambio lo hubieras trabajado en esos términos, esa "flexibilidad" en la escritura establece la disolución del claro vértigo de la aventura literaria.

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